© 2021 Luis Miguel Urrechu


VICIOS EN LA ALIMENTACIÓN DEL CABALLO DE TROPA.

(Extraído de REVISTA VETERINARIA DE ESPAÑA 1.918).

Aunque la ración reglamentaria del caballo en campaña está calculada de manera que contenga los principios nutritivos suficientes para el mantenimiento de los animales sometidos a un trabajo moderado, la cantidad de heno (3 kilogramos como máximo) que entra en su composición es muy pequeña para la capacidad digestiva de los caballos de tiro, acostumbrados, antes de su incorporación al Ejército, a ingerir una masa de alimentos de un volumen tres o cuatro veces mayor. Esta insuficiencia de lastre deja en los animales una sensación permanente de hambre. Si, por espacio de algunos días se aumenta el volumen de la ración alimenticia, este apetito anormal desaparece.

Los animales observados que sufrían esa depravación del apetito ingerían madera, corteza de árboles, tierra, estiércol, arena y hasta hulla: La ingestión de todas estas materias no puede ser inofensiva, y por esto las consecuencias se traducen en enteritis aguda, obstrucción calculosa, tics y manías.

Como se sabe, la ingestión de arena determina cólicos extremadamente graves; lo propio ocurre con la ingestión de tierra o carbón. La frecuencia de la obstrucción calculosa está ciertamente unida a la costumbre de comer madera. Esta frecuencia ha llamado la atención de algunos observadores, y el autor, durante el año 1.916 ha recogido diez egagrópilas enormes al practicar la autopsia a caballos muertos por obstrucción intestinal.

La sensación permanente de hambre y el satisfacerla ingiriendo sustancias extrañas determina un desarreglo progresivo del sistema nervioso intestinal. Esta perversión produce una serie de tics o vicios que se propagan fácilmente merced a la convivencia de unos animales con otros. 

Lo que suele presentarse más a menudo es la aerofagia. Igualmente se encuentran individuos que continuamente están lamiendo su cadena de sujeción; otros que causan numerosas mordeduras pequeñas en el cuello de sus vecinos, que hacen pensar en la sarna; otros se desatan durante la noche y van a arrancar las cerdas de la cola de un congénere dócil; otros, en fin, complican el «tiro del oso» (o «Baile del oso», movimiento del caballo repetido de un lado a otro, balanceando su cabeza apoyándose alternativamente en ambas manos) frotando asiduamente la cara anterior de sus incisivos sobre la cuerda del vivac, etc.

La medida más racional que se puede adoptar es, como se comprende, el aumento del volumen de la ración.

El alimento que se añada no es preciso que sea nutritivo; basta que sea inofensivo y que no tenga tendencia a estacionarse en el intestino. Lo mejor como alimento de lastre es el heno o la paja y, en su defecto, el forraje verde.

Para impedir que los animales satisfagan sus vicios, se les puede poner un bozal metálico que se les quita para darles el pienso; pero esta medida es poco práctica e ineficaz.