Tabla de contenido
- EL BURRO
- La historia
- Época dorada
- Compartiendo la miseria
- Privilegiados
- Características
- Personalidad y empleo
- Carácter
- La reproducción, gestación y cuidado de los buches, y acerca de su nombre
- Razas de burros
- El burro africano
- China, Mediterráneo…
- americanos, franceses…
- … y con un toque especial.
- Elección del garañón
EL BURRO
© 2018 Luis Miguel Urrechu
Para averiguar la vejez de un caballo hay que mirar si tiene canosas las cejas. A los trece o catorce años le nacen canas sobre las cejas, y se aumentan al paso de la edad. A los dieciocho o veinte las tiene ya enteramente blancas.
La historia
Se han encontrado restos del burro doméstico que datan del cuarto milenio a.C. en el Bajo Egipto.
Se cree que la domesticación del burro se llevó a cabo mucho tiempo después de la domesticación de las ovejas y las cabras, hace unos diez mil años. probablemente en Nubia (actual Sudán) sustituyeron al buey como principal animal de carga de esa cultura.
¿Onagros?
La domesticación del burro aumentó la movilidad de las culturas pastoriles. Tenían la ventaja sobre los rumiantes de no necesitar tiempo para rumiar. Fueron vitales en el desarrollo del comercio de larga distancia a través de Egipto.
Época dorada
En la IV dinastía de Egipto, entre el 2.675 y 2.565 a.C., los personajes más ricos de la sociedad eran conocidos por tener más de 1.000 burros. Los empleaban en la agricultura, como proveedores de leche y carne, y como animales de carga.
En 2.003 fue excavada la tumba del rey Narmer o de Hor-Aha (dos de los primeros faraones). Aparecieron los esqueletos de diez burros. Habían sido enterrados como si se tratase de personas de alto rango, lo que muestra la importancia, aprecio y respeto hacia los burros en la antigua civilización.
Pasar el charco
Los primeros burros llegaron a América con el segundo viaje de Colón. Desembarcaron en La Española en 1.495, expandiéndose después por todo el continente.
Se sirvieron de ellos principalmente para transportar los sacos de mineral de las minas. Según testigos sin ponerles ni albarda ni aparejo sobre su lomo desgarrado y cubierto de heridas.
Tenía fama Paraguay de tratarlo con tal dureza, que no sólo no se les daba cuadra ni alimento, sino que eran objeto de los malos tratos de parte de los muchachos. Les cortaban y desgarraban las orejas. De modo que era muy raro encontrar un asno con sus dos orejas enteras.
En otros lugares, como en el Perú, se les apreciaba y trataba generalmente con cuidado. Había algarrobales en los que se alimentaban muchísimos asnos. Aumentaron mucho el comercio de los habitantes, pues se empleaban en la agricultura en gran número. En algunos lugares era el principal comercio.
Compartiendo la miseria
La especie del asno, descuidada y deteriorada en casi toda Europa, estaba desacreditada y envilecida.
Casi no se podía encontrar sino entre los pobres y desgraciados, a los que proporcionaba servicios inesperados de su desastroso estado.
Mal alimentado, peor cuidado, abrumado de golpes y de cargas, el burro era el esclavo mas desgraciado y digno de lástima.
Hasta su nombre se ha hecho innoble, pues ha venido a ser sinónimo de brutalidad y estupidez.
Era el caballo del pobre. Sobrio, paciente, duro para la fatiga. Y dotado de mucha fuerza. Sirve tanto para el trabajo en el campo, arrastrar carruajes, y para llevar una carga.
El burro es un animal extraordinario y merecedor de una suerte menos rigorosa que a la que generalmente se le ha sometido.
Privilegiados
En los países en los que no se criaban asnos tuvieron que suplirlos con caballos. Trataban al burro como nosotros al caballo. Según algunos, esta fue una de las razones de la superabundancia de caballos que había en Inglaterra.
Este injusto desprecio, este ingrato miramiento por un animal doméstico cuyos servicios son tan útiles, vienen ya desde la más remota antigüedad. Como se encuentran hoy en día en los diferentes pueblos. Otras naciones aprecian extraordinariamente la raza asnal y le prodigan los mayores cuidados.
Desdigualdad
Los busiritos, lo mismo que los licopolitanos, llevaron la superstición hasta el extremo de abstenerse de tocar la trompeta. Creían que el sonido de este instrumento tenía relación con la voz del burro o rebuzno.
Entre los griegos la palabra atrakios, y la de ancharias entre los latinos, designaban al asno, que en la preocupación común -aunque injusta- pasaba por objeto principal de la adoración de los judíos. Jura, vepe, per ancharium, decían al dirigirse o ampararse de un judío.
Sin embargo los hebreos no adoraban al burro. Como los árabes sus vecinos y todas las naciones nómadas del Oriente, cuidaban la especie y criaban piaras.
Hay actualmente alrededor de 41 millones de burros en el mundo, con cerca de 185 razas diferentes. La mayor población se puede encontrar en China, que tiene alrededor de 11 millones.
El record de la excursión a caballo más larga es de 16.000 km. La realizó el suizo Aimé Félix Tschiffely con dos caballos de raza criolla. Fue desde Buenos Aires hasta Nueva York, entre 1.925 y 1.928.
Características
Un burro tarda tres o cuatro años en crecer, y vive veinticinco o treinta.
En el estado de domesticidad, los mismos malos tratos que le acompañan desde sus primeros años, rara vez le permiten recorrer toda vida que la naturaleza le ha concedido.
Por lo general las hembras viven más que los machos. Duermen menos que los caballos y habitualmente no se echan para dormir más que cuando se ha abusado de sus fuerzas.
Ojos que no ven…
Si se les tapan los ojos se quedan inmóviles. Y si cuando están echados de lado se les coloca la cabeza de modo que el ojo apoye en el suelo y se cubre el otro con una piedra o un pedazo de madera, quedarán en esta posición sin hacer movimiento alguno para levantarse.
El burro tiene unas orejas grandes que captan los sonidos más lejanos y le ayudan a refrigerarse.
Tiene buena vista, y un olfato admirable. Cuando se le carga demasiado, o que la albarda o aparejos le hieren, lo manifiesta inclinando la cabeza y bajando las orejas. Cuando se le atormenta mucho abre la boca y retira los labios de un modo desagradable, lo que le da un aire cómico y simpático.
Lo mismo hace -levantando el cuello y tendiendo la nariz al viento- cuando olfatea en su camino la orina o los excrementos de la burra.
Pequeños placeres
Le gusta mucho revolcarse en la yerba corta y en el polvo, sin importarle nada la carga que lleve, echándose para restregarse cuantas veces puede.
Su piel es más seca y limpia que la del caballo, y su paso es más seguro. Prefiere andar por terrenos llanos y secos. Así es que le vemos buscar las sendas lisas. Por estrechas que sean. Y llevarnos por las piedras porque siempre quieren ir por las orillas.
Temen mucho mojarse los pies, y andan con miedo, buscando donde apoyarse sobre el piso mojado.
Se ven asnos ir a beber solos al rio e internarse bastante después de haber pasado el barro que cubre las orillas. Y hasta cruzarlo para ir a la otra orilla.
Come lo mismo que el caballo. No sólo es sobrio en la cantidad y calidad de los alimentos. Se contenta con las yerbas más duras y más desagradables que el caballo y los demás animales han despreciado.
Borrachera mortal
La cicuta es un veneno para él y le causa algo similar a una mortal borrachera. Sólo se puede intentar curar obligándole a correr, con baños fríos y con bebidas ácidas y viscosas.
La fuerte llamada o rebuzno del burro, suele durar veinte segundos. Puede oírse a más de tres kilómetros, y le ayuda a mantenerse en contacto con otros burros en los amplios espacios desérticos.
Un burro puede defenderse mordiendo, golpeando con los cascos delanteros o pateando con las patas traseras. Son unos guardianes increíblemente buenos para el ganado. La desventaja es que deben ser entrenados para que no ataquen a los perros domésticos.
Normalmente, si ven un perro o un lobo, le atacarán con eficacia.
El burro criado en las llanuras tiene mucha fuerza, vigor y buena alzada. Su marcha es muy suave. Se le ha preferido para la silla al nacido en un terreno húmedo, más basto, pesado, lento y propenso a enfermedades.
Rudos montañeros
Los de las montañas se distinguen por su agilidad, pequeñez y fuerza en sus piernas, por lo que se destinaban para el arado y la carga.
Se diferencian mucho en el color de su capa. El más común es el rucio, tordo ratón, tordo plateado, tordo mezclado de manchas oscuras, casi rodado. También se ven blancos, píos, más o menos castaños, rojos y negros.
La mayoría tiene un círculo blancuzco alrededor de los ojos, siendo el borde externo por lo general de un color rojizo. Lo va perdiendo poco a poco conforme se va separando del círculo blanco.
Sea cualquiera el color de la capa, siempre el pecho, vientre, ijares, axilas y bragadas son más claros. A veces blancos.
Los negros pasan por ser los mejores, mientras que a los bayos se les tiene por tercos y viciosones.
Piel de todo tiempo
Tienen el pelo más duro y largo que los caballos. Su piel es más dura y espesa que la de la mayoría de cuadrúpedos, y les hace menos sensible a las picaduras de las moscas y a los golpes. Rara vez se ve atacado por la piojera o tiriasis. Sin embargo los buches se suelen ver atacados por una especie particular de piojo, que se adhiere a su piel con gran fuerza.
El rápido crecimiento de las poblaciones de burros se debe a que, aparte de que proporcionaban mano de obra agrícola extremadamente barata, kilo por kilo es capaz de soportar más peso que un caballo. También es capaz de caminar grandes distancias diariamente.
Necesitan menos alimento que un caballo del mismo peso, y se pueden mantener con un forraje de muy baja calidad en comparación con un caballo.
Larga vida
La duración de su vida, su desarrollo, su vejez más o menos tardía y sus enfermedades dependen mucho del clima. Lo mismo que su fuerza.
En Arabia el burro es de mucha alzada. Muy cubierto de un pelo suave y brillante, con la cabeza bien colocada. Tienen fuego en sus miradas. Nobleza y hasta fiereza. Tienen gracia y mucha ligereza en las marchas, que son suaves y muy seguras.
Los grandes asnos de Arabia, que son tan fuertes y valientes como hermosos, son muy estimados y se venden a veces a más precio que los caballos. En ninguna parte se ven mejor cuidados. Se les limpia y lava regularmente y se les da el mismo alimento que a los caballos.
Sus cascos también son más duros que los de los caballos, por lo que tardan mucho más en desgastarse. Sus extremidades posteriores carecen de espejuelos, mientras que en los antebrazos tiene vestigios de ellos y de los espolones entre las cernejas.
Los equinos son animales muy sociables. No les gusta estar solos.
Personalidad y empleo
Carácter
El burro tiene tanta humildad, paciencia y tranquilidad, como fiereza, ardor e impetuosidad distinguen al caballo. Sufre con resignación los castigos y los golpes. Su excesiva paciencia, mansedumbre, humildad, perseverancia en el trabajo, se creen efecto de una grosera insensibilidad. No es este el único caso en que la modestia y útil simplicidad tengan por recompensa el menosprecio y la ingratitud.
Un proverbio vulgar parece autorizar esta inhumanidad. Pero si es cierto que «el burro, cuanto más cargado va, mejor», es porque apresurándose por llegar al término de su marcha, ansía se le libre de un peso bajo el que sus piernas y dorso se doblan. Manifiesta más inteligencia que el villano que le abruma con malos tratos.
Sin ir a la escuela
El burro, lo mismo que los caballos, es susceptibles de educación. Lo mismo que a estos se les enseñan diferentes ejercicios, y se hacen de ellos excelentes cabalgaduras. Los viajeros citaban postas de asnos que han encontrado en algunos caminos. Y se ha visto en Paris, hace algunos años, tirando del carruaje de un oficial superior a seis hermosos asnos que obedecían a las riendas con ligereza. Trotando y galopando con tanta gracia como los caballos.
Al burro se le reprocha su obstinación, indocilidad y a veces en un poco de malicia. Esto es consecuencia natural del abandono a que los condenamos. Y sobre todo del modo duro con que se les doma, que bastaría para hacerlos intratables.
Para burro, el dueño
Las gentes groseras y bárbaras a quienes se entregan no saben emplear más que los procedimientos más duros. Los medios más suaves, y un poco de paciencia, lograrán corregirlos.
La experiencia prueba que mejor tratados y alimentados, con los mismos cuidados que prodigamos al caballo, y más relacionados con nosotros, perderían el carácter brusco y terco que acompañan a toda educación descuidada.
Una cualidad preciosa que debería contribuir para que cesase el menosprecio con que tan injustamente se mira al burro, es el cariño que toma a su amo. Aunque le maltrate. Le distingue de lejos y le reconoce entre los demás hombres.
Reconoce también los parajes y los caminos que ha frecuentado.
¿Terquedad o inteligencia?
Al burro se le considera generalmente un animal terco. Pero su terquedad sólo surge cuando se sienten forzados a una situación peligrosa. Como si se les empujaran más allá de sus límites. Para las mulas, esta «terquedad» tiende a ser una buena cosa. Están más dispuestas a ponerse en situación de peligro por un dueño en el que confían, algo que un burro no haría.
Pero tampoco tanto que se sacrifiquen como un caballo. Que se arrojaría a la muerte si lo manejara un jinete inexperto. O que estaría dispuesto a correr hacia un acantilado por tener confianza en él y obedecerle, sin poner atención a lo demás.
Se diga lo que se diga, el burro no carece de un alto grado de instinto y comprensión, que solemos llamar llamada «inteligencia». Tiene entendimiento, unido a otras preciosas cualidades.
Empleo
En muchas partes los asnos labran las tierras ligeras. Pero a lo que más se les destina es a llevar carga. Son de todos los animales los que, seguramente, con relación a su volumen, soportan más peso. En las zonas montañosas, son los que más conviene en los caminos estrechos y difíciles.
Se deben cargar sobre la grupa, que es más fuerte que el dorso.
Con frecuencia no se esperaba a que hubiera adquirido sus fuerzas y talla. La mayoría estaban deformados: con las piernas encorvadas, hundidos de espinazo, y zancajosos o cerrados de corvejones.
Antes de los automóviles, todo el mundo en el Cairo montaba en burros. En esta población en la que los carruajes no se usaban, las señoras de la más alta jerarquía no tenían otra cabalgadura. Se dice que había unos cuarenta mil a últimos del Siglo XIX. Se veían por todos los sitios, ensillados y embridados en las calles más públicas. Y se alquilaban al público.
Resistencia
Siendo más resistentes que los caballos, servían para casi todos los peregrinos musulmanes que hacían el camino largo y penoso hacia la Meca desde cualquier lugar del mundo. Los componentes de las caravanas de Sudán, que tienen que atravesar inmensas y áridas soledades, no tienen otra cabalgadura. El burro sólo necesita un poco de paja y agua, que no bastaría a un caballo.
Los asnos árabes andan el doble cuando marchan con un paso igual, que los dromedarios más grandes.
Leche de burra
La medicina sacó gran partido de la leche de burras. Se vendía bastante cara para las enfermedades del pecho. Era un remedio que se recomendaba en estas afecciones.
Debía producir buenos resultados cuando se empleaba desde la Antigua Grecia. Se recomendaba contra la gota, constipado, inflamación de orina etc. Y para las enfermedades de los ojos. Por no hablar de la conocida costumbre de Cleopatra de bañarse en leche de burra.
Para obtener la mejor leche hay que elegir una burra joven y sana. Con buenas carnes y que haga poco tiempo que ha parido, y no haya vuelto a estar preñada. Es necesario además tenerla limpia, darle buenos alimentos, como cebada, avena, heno etc. Y yerbas de cualidades que puedan influir sobre la enfermedad a tratar.
Conviene también hacerla pacer, dejarla algún tiempo al aire libre y pasearla. Se le dejará su cría, para que mamando a su madre impida que se retenga la leche o que deje pronto de ordeñarse.
¿Qué más necesitáis?
En estas condiciones puede dar leche una burra durante un año. Sin embargo, en las partes de España donde se usaba la leche de burras, y que las criaban con este objetivo, destetaban el buche al mes para sacar más partido de la leche de su madre. En este caso sí que trataban de criar al hijo. Aunque lo común era sacrificarlo o venderlo para diseccionarlo en el Colegio de Veterinaria.
Para impedirle mamar se le ponía un bozal o se tapaba la teta de la madre. Aunque como ya hemos dicho, este sistema hace que la burra dé menos leche y que el buche crezca muy poco.
Los burros pueden llegar a vivir entre 35 y 40 años.
La reproducción, gestación y cuidado de los buches, y acerca de su nombre
Estando casi siempre la burra en disposición de recibir al macho, se debe calcular la época de la monta para que el parto sea por primavera. La gestación es de once a doce meses.
El tiempo más favorable para la cópula es desde mediados de abril hasta fines de mayo. Si se efectuase antes la monta, el buche que naciese al año siguiente, podría sufrir el rigor de la estación, y la madre carecer del alimento para la lactancia.
Se puede también hacerlo a fines de marzo y principios de junio. En cualquier otro tiempo se haría sin resultados.
¡Celosona!
El celo en las burras se manifiesta, como en las yeguas, por la tumefacción de las partes genitales y la destilación de un líquido espeso y blancuzco. Las que entran en celo todos los años son menos fecundas que las otras. Y si no han sido fecundadas antes de la caída de sus últimos dientes, o cinco años, quedan estériles para toda su vida.
Después de haber echado un buen pienso al garañón, se le conduce para que monte a la burra, que debe estar en celo y desherrada de los pies, por si cocea.
Se dirige la monta del mismo modo que con el caballo. Un hombre sujeta a la hembra por la cabezada. Dos sacan al garañón y se le dirige la copula en caso de necesidad separando la cola. Se observan los movimientos de la grupa y demás, para comprobar si se ha consumado o no el acto.
Hacerse el importante
Hay algunos garañones que a veces están muy perezosos en el salto y exigen esta o la otra formalidad para ponerse en disposición.
Por ejemplo, darle un paseo más o menos largo con la hembra, silbarle, darle golpes con un bastón o un látigo. ponerse a cantar una mujer con un tono particular, y otras muchas exhortaciones del mismo género.
Esta frialdad aparente, y en ocasiones efectiva, es consecuencia del abuso que se hace de la potencia del asno. Se le hace saltar dos, tres y cuatro veces al día. Un propietario que desee conservar a su garañón, no debe permitirle más que un salto por día. Después llevarle a la caballeriza.
La cópula puede efectuarse también de otro modo. Dejando al garañón en un cercado con el número de burras que debe cubrir. Viéndose el asno en libertad, toma un aire alegre y olfatea a las burras unas después de otras y cubre a la que más le gusta. Después el dueño le retira a la caballeriza hasta el día siguiente.
Dame un cigarrillo, no me eches agua encima
A veces la burra, lo mismo que la vaca y la yegua, arroja una parte del líquido que el macho la ha dado durante la cópula. En este caso, se debe dejar obrar a la naturaleza, esperando el resultado de la monta. No golpear a la burra ni hacerla correr. Ni echarle un cubo de agua fría sobre la grupa, como se suele hacer, para que, quitándola de pronto la sensación del placer, pueda retener mejor.
Estos y otros medios tan absurdos unos como otros, son no sólo inútiles, sino perjudiciales. Una simple gota de esperma basta para obtener una fecundación perfecta.
Una vez fecundada la burra desaparece el celo bien pronto. Desde entonces no puede ver al macho, le rehúsa y se defiende si trata de aproximarse.
Gestación y cuidados de los buches
Los cuidados que hay que tener con la burra durante la gestación, parto y lactancia son los mismos que con la yegua.
El heno, alfalfa, cebada, salvado y yerbas frescas son buenos alimentos para la burra preñada. Hay que procurar que no sea de mala calidad, como heno fermentado, yerba de tierra pantanosa etc. Estos alimentos hacen daño a la madre y al feto.
Se cuidará de no cargarla, especialmente en los últimos meses del preñado. Que no reciba golpes en el vientre, y que no salga a pacer muy de mañana, antes de que el sol deshaga la escarcha, para no exponerla a abortar.
Algo se mueve
Al sexto mes comienza ya el vientre a ensancharse, y aplicando por debajo la mano se siente mover al feto.
Al décimo se presenta la leche en las tetas. En el décimo segundo pare un buche, que generalmente presenta primero la cabeza.
Con frecuencia los partos son difíciles. Alrededor del 1,7 por ciento de los embarazos de las burras resultan en gemelos.
Cuando nace el buche, la madre le lame para limpiarlo. Al poco tiempo se pone de pie, pero vacila y se cae. Sus articulaciones no pueden sostenerle.
Durante la primera edad, el asno es alegre y bonito, tiene ligereza y gallardía. Lo pierde todo muy pronto entre nosotros, por la edad o por el mal trato que recibe.
Volver a empezar
A los siete días del parto vuelve a entrar la burra en celo y está en estado de recibir al macho. De modo que puede estar preñada y criando.
Es perjudicial hacer trabajar a la burra a los pocos días de haber parido. Además de que no puede soportar más que un trabajo mediano, si se abusa de sus fuerzas, el buche no encontrará la leche necesaria.
A los seis meses se puede destetar al buche. Es muy necesario -sobre todo si está preñada la madre- para que pueda nutrir mejor a su feto. Aunque puede comer toda clase de alimentos es preciso resguardarla del frio, de la lluvia y de las yerbas con rocío.
Los dos años y medio es la mejor edad para castrar al asno y empezar a domarle.
Su nombre
Recibe también los nombres de burro, jumento, pollino y borrico. El de buche cuando mama, y el de asnillo o borriquillo cuando es pequeño.
Parece ser que a los burros no se les llamaba «burros» hasta finales del siglo XVIII. Nadie sabe exactamente de dónde deriva la palabra «burro. «Asno» proviene del latín «asinus«, que a su vez proviene probablemente de un idioma pre-latino de Oriente Medio. Seguramente, «asinus» también podría significar «idiota».
Así que la costumbre de usar «asno» para decir «burro» o «imbécil» ha estado presente desde el origen de la palabra.
Lo mismo que entre los caballos, hay entre los asnos diferentes razas. Si son menos conocidas que las de estos últimos, es por no haberlas observado con la misma atención. Son producto del clima. Y sobre todo, de los cuidados que se les dan.
En general son más fuertes y grandes en los climas cálidos, haciéndose más pequeños y menos fuertes conforme se van alejando de ellos.
Hay muy pocos en el norte de Europa. Son muy abundantes en Irán, Arabia, España, Italia y Francia.
El burro africano
La raza de los asnos árabes se encuentra en toda su pureza en Egipto, y han sido objeto de lujo y del mayor precio.
Son también muy hermosos en el norte de África, Sudán, Etiopía y algunos otros lugares de África. Estos asnos deben en parte sus brillantes cualidades al exceso de calor y a la sequedad extrema.
En los países húmedos, aunque sean muy cálidos, sólo llegan a ser medianos. Y en la India o en las partes meridionales o más próximas al ecuador, pero al mismo tiempo más húmedas que Arabia, el Alto Egipto, etc., son muy pequeños, pesados, débiles y mal conformados. Además son propensos a complicaciones respiratorias por tener la cabeza demasiado acarnerada.
El burro de raza común, en Arabia y en Irán tiene también esta dificultad. Les abren, como se hacía también en España, las narices por los lados. Y en la India les hacen dos incisiones anchas en dirección perpendicular al ángulo nasal del ojo.
China, Mediterráneo…
En la zona de China no son más hermosos que en la India, y crían muchos, aunque pequeños, que les sirven de cabalgaduras y de bestias de carga. Los conducen al mercado de Oremburgo, cerca de la frontera de Rusia con Kazajistán. No encuentran muchos compradores, porque los rusos no aprecian a los asnos ni a los mulos.
En la antigua Grecia los asnos de la Arcadia eran famosos.
Italia los produce muy hermosos, lo mismo que Portugal. En Lisboa solían las mujeres montar en un burro, llevando detrás un criado con una vara para arrearle y hacerle andar. Les hacían parar tirándole de la cola.
En Cerdeña se cría un número incalculable. Son más pequeños que los de Italia, pero lo compensan con su mucha fuerza y agilidad. Los hay muy alegres, muy dóciles. Pero demasiado pequeños. Son de una blancura extraordinaria.
En Malta son de buena alzada y vigor, pudiendo competir con los mejores caballos para la carrera.
americanos, franceses…
En América no había asnos. Nuestros antepasados los trasportaron y abandonaron en las grandes islas y en el continente. Se multiplicaron de tal modo, que en algunos parajes había asnos salvajes que iban en piaras y se cogían con lazo, como a los caballos.
Los Estados Unidos debieron a su ilustre presidente, el general Washington, la introducción de estos preciosos animales.
Franceses. En Francia los mejores asnos se sacan del Poetu. Son los más estimados para garañones por su alzada, cuerpo y estructura. También son buenos los de Languedoc y Provenza.
… y con un toque especial.
Si los caballos españoles fueron alabados de todo el mundo, ocurre lo mismo con los burros. Fueron tan buscados que se prohibió su exportación bajo penas muy severas.
Los hay de varios tipos y alzadas. Pero como Andalucía y la Mancha tienen un clima tan apropiado, es donde se encuentran los mejores, más finos y altos. Los hay como mulos medianos, y se venden los criados para garañones muy caros.
Castilla producía también muy buenos asnos, incluso preferibles a los andaluces. Pero por lo general eran más pequeños.
En Córdoba han mejorado de tal modo la raza, que son los mejores que se conocen en España.
La raza se mantiene y mejora lo mismo que la del caballo: por la buena elección de los sementales.
De este medio se han valido los cordobeses para hacerse con el mejor burro de España. Al burro macho que se destina para semental se le llama garañón.
Elección del garañón
Es raro que se tome para mejorar la raza ninguna precaución. Si la casualidad hace que un burro encuentre una borrica en celo, copulan. De esta copula sale un buche más o menos hermoso y más o menos fuerte.
Pero cuando se quieren tener especies preciosas, cuando se desee obtener mulas de la unión del asno con la yegua, es necesario elegir un buen garañón. De los más fuertes de su especie.
Galanura
Debe estar bien formado, de buena alzada, más bien mediano que excesivamente grande, por la exposición al aborto. De tres años por lo menos, y que nunca pase de diez.
Es preferible que tenga la cabeza alta y ligera. Los ojos grandes, azulados muy vivos. Narices anchas y bien abiertas. Cuello un poco largo, alto de cruz, pecho ancho, cuerpo fornido y grueso. Riñones carnosos. Alto de piernas. Cola corta -que según algunos entendidos es señal de vigor. El pelo corto, liso, reluciente, suave al tacto, y de color castaño oscuro o negro.
Los hijos nacidos de asnos defectuosos, heredan casi siempre el mismo vicios.
Los ojos hundidos desfiguran al burro y le ocasionan enfriamientos frecuentes.
La membrana nasal debe tener un color vivo rosáceo. Sin úlceras, y que no destile ningún líquido espeso y fétido, en cuyo caso, aunque sea poco, se desechará.
La boca debe estar fresca y sin úlceras.
Patas
Si la parte anterior de la rodilla está desnuda de pelos es señal de debilidad y de que tropieza y cae con frecuencia.
Por último, el casco debe carecer de cuartos, galápagos e higos.
No debe perderse de vista que la hermosura de la especie depende principalmente del garañón. No sólo de su conformación, sino también de sus buenas o malas cualidades.
El burro espantadizo echa las orejas hacia adelante, mira de costado, se resiste a los golpes y no pasa adelante. No es importante si se le hace pasar y entrar en los sitios en que se hace ruido.
La burra debe tener una alzada aventajada y la grupa ancha.
En plena forma
En general el garañón dura más tiempo que el caballo padreando. Y cuanto más viejo es, parece más ardiente.
Se les ha visto aliviarse sin ser excitados más que por la fuerza de su ardor natural. Otros han muerto durante la copula después de once o doce asaltos, casi sin intervalo. Para reparar esta grande y rápida pérdida de fuerzas, no habían bebido más que algunos litros de agua.
Desde los dos años está el burro en disposición de engendrar. La hembra es tan alegre como el macho, y aun más precoz.
La alegría de la huerta
Estos animales son muy ardientes, y el macho es tan furioso que nada le puede detener.
Cuando se tiene un buen garañón y está exclusivamente destinado a su asunto, conviene hacerle asaltar de cuando en cuando a algunas burras. Que conserve ejemplares de su propia especie que le reemplacen con el tiempo.
Para evitar los desórdenes y perjuicios que los burros ocasionan en su furor amoroso, se puede castrar a los machos que no se destinen a la propagación de la especie. Esto se hace del mismo modo que en el caballo, sin más cuidado que dejar a los borriquillos con las madres cuatro o cinco días sin salir y bien alimentados.
Puedes saber si un caballo está deshidratado al pellizcarle su piel. Si tarda en volver a su lugar, el caballo necesita agua.