Cortar la cola y las orejas a los caballos

© 2018 Luis Miguel Urrechu

¿Sabías esto?

 

Se decía que al caballo de lengua gruesa y larga había que cortarle dos tiras por los lados hasta cerca de la punta, quitando lo que le sobre de largo y curarla con fuego. Y lo mismo para los asientos carnosos, rayéndolos con una navaja. Aconsejaban en éstos un freno de encinas raídas, y en otros de cornicabra, de alambre de arriba abajo. A los carnosos de barbada, de serrezuela. A los que sacaban la lengua unos molinetes y frenos descabezados y de zapato de judío y otras barbaridades de castigo.

 

cortar la cola y las orejas al caballo

Muchos han clamado, y con razón, contra la costumbre de cortar la cola y las orejas. De cortar a los caballos una parte que la naturaleza parece haberles dado para su adorno, comodidad y defensa.

Falsas apariencias.

Sujetos los animales al hombre, éste antepone la comodidad de ellos a la suya propia y los amolda a su antojo. Hay quien defiende esta operación de cortar la cola diciendo que siendo larga y muy poblada, en un camino lleno de barro es muy incómoda para el caballo y para el caballero. Al primero porque -especialmente galopando- se le mete entre las piernas, le fatiga y le hiere. Y al segundo, porque le llena de barro a él y a sus arneses.

Molesta, ma non troppo.

En el caballo de tiro se le puede recoger al recular, pero aparte de que jamás deba pasar de los menudillos, se soluciona muy bien atando la cola, como por ordenanza hacía nuestra caballería cuando marchaba en tiempo lluvioso y por terreno embarrado.

Además, esta costumbre es muy nociva en nuestra Península, donde es un instrumento indispensable para que los caballos se defiendan de la multitud de insectos alados que les acometen. Esta es la causa de que jamás se haya generalizado cortar la cola en ella, ni en Arabia ni en los demás países cálidos donde abundan dichos insectos, y de que fuera costumbre en Inglaterra, en la que apenas hay más que moscas comunes, siendo muy raros los tábanos. En los países meridionales son el azote de los caballos.

Mi reino por una cola.

Se dice que la caballería inglesa ha experimentado muchas veces en el continente los malos efectos que resultan de la falta de la cola. La mayor parte de ella fue desbaratada por la muerte que ocasionaron a los caballos en las inmediaciones de Dettinguen en 1.743 y durante la guerra de los siete años las moscas. Desordenaron de tal modo a la caballería inglesa cerca de Minden, que el ejército combinado estuvo a punto de perderla totalmente en la batalla. Después de esta guerra mandó el Rey de Inglaterra que a todos los caballos del Ejército se les conservase las colas.

Donde fueres, haz lo que vieres.

Lord Pembroke escribió:

«Yo he visto en el Ejército a nuestros caballos no querer comer, patear y enflaquecerse atormentados por las moscas al faltarles la suficiente cola para espantarlas. Los de los regimientos extranjeros, que por no tenerlas cortadas las espantaban fácilmente, estaban gordos, sosegados, y comían con apetito«.

Pero sea lo que quiera, lo cierto es que muchos ingleses continúan con la costumbre de cortar la cola a sus caballos.  Entre nosotros tiene también partidarios. La moda es quien más atropella y se rie de la razón. Sólo diremos que se amputa de dos modos: a la francesa y a la inglesa. Pero esto pertenece a la cirugía veterinaria.

Córtatelas tú.

Entre los extranjeros hay también la extraña costumbre de cortar las orejas a los caballos. Era tan antigua en Inglaterra como la de cortar la cola. Las orejas del caballo son perfectas. Bien hechas, de un tamaño regular, ni cortas y anchas como las de muchos animales. Por el movimiento de las orejas se puede muy bien formar un juicio de la índole del animal, las impresiones que experimenta y sus intenciones, que es conveniente conocer para evitar. No se hallará disculpa para esta costumbre, a no ser el intento de hacer más pequeñas las de los caballos que las tienen grandes, porque esto ha sido siempre mirado como cosa fea y señal de flojedad, lo que quizá es así hasta cierto punto. Es de admirar que entre nosotros, que tanto uso hacíamos de las mulas para pompa y ostentación, no se hubiera ocurrido cortarles aquellas enormes orejas de borrico que tanto chocaban con la magnificencia de los coches y con la gentileza de nuestras damas y caballeros.

Del mal, el menos.

Si en la amputación de las orejas se procura conservar su forma natural, no hay por qué censurar con excesivo rigor esta operación si se practica solamente en los animales que las tengan muy grandes. Esta operación no es en los caballos ni dolorosa ni peligrosa, aunque corresponde a la cirugía veterinaria practicarla.

Las operaciones de cortar la cola y las orejas suelen practicarse antes de estabular a los potros. Algunas se acostumbra a hacerlas después. Quizá sea lo más conveniente.

¿Sabías esto?


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